Pocos perros hay que despierten más admiración y sean protagonistas de más pesadillas que el dobermann.
Se han inventado cosas tan peregrinas sobre esta raza como que el cerebro le crece dentro del cráneo y hace que se vuelva loco (a quién se le habrá ocurrido semejante monstruosidad) o que los colmillos se le clavan en el cerebro.
Se identifica con los nazis, ¿y esto?, es una raza alemana, hasta ahí de acuerdo, pero la perra de Hitler era una pastor alemán y eran pastores alemanes y rottweilers los que vigilaban mayoritariamente los campos de prisioneros, al ser animales mucho más resistentes al frío y más grandes e imponentes, el pecado del Dobermann, ser más inteligente y mucho más fácilmente adiestrable como actor que su primo de mayor envergadura (el rottweiler).
El dobermann fue la raza que acompañó al ejército americano, fue reclutado y pasó de perro de familia a perro de combate. Hay muchas fotos que corroboran este hecho y tiene incluso un monumento conmemorativo.
Nadie se llevaría a la guerra a un perro que se vuelve loco o que ataca a todo el mundo, se busca un perro fuerte, inteligente y sobre todo muy obediente.
La culpa de esta mala fama puede tener su origen también en que el que se compra un dobermann quiere un perro asesino y con el tamaño que tiene no le falta potencial. También han presentado problemas de carácter por culpa de programas de cría poco responsables que intentaban responder a una demanda masiva (como ocurre cada vez que se pone una raza de moda). Propietarios y criadores responsables son los únicos que pueden devolver a este perro su papel como perro apegado y familiar.
También juega en su contra el color mayoritariamente negro o marrón oscuro de su manto, las orejas y el rabo cortados, pero el dogo alemánes mucho más grande, se le recortaban las orejas hasta no hace mucho y a la gente no le daba miedo su estampa (y puede resultar temible).
En fin, esperemos que para cuando el dobermann vuelva a ponerse de moda se hayan resuelto todos estos prejuicios y podamos disfrutar de él.