De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), 65 decibelios es el nivel sonoro máximo permitido. Los martillos mecánicos exceden este nivel, al igual que las sirenas, las alarmas de los coches y, cómo no, los ladridos de algunos perros.
Desde el punto de vista humano, los ladridos persistentes resultan odiosos. Los perros tienen una perspectiva diferente. Los ladridos son una forma de comunicación y, al igual que algunas personas hablan mucho, hay perros que ladran mucho. La mayoría ladra por alguna causa, pero a veces sólo ellos saben cuál es.
Pero los ladridos no sólo son una forma de conversación. Los perros que ladran mucho, y muy fuerte suelen sentirse tristes o amenazados por alguna causa. Con los ladridos descargan tensión y piden ayuda.
Posibles causas de los ladridos
Aburrimiento. Es normal que un perro ladre una o dos veces para llamar la atención. Sin embargo, los que no cesan de ladrar o lo hacen cuando están solos y no ocurre nada, probablemente estén aburridos. Al ladrar expresan su frustración y están ocupados.
Instintos territoriales. Los perros tienen un instinto natural para proteger sus alrededores y ladran cuando se acercan personas o animales. Los perros no ladran para ahuyentar, sino para avisar de que algo se acerca.
Miedo. El oído de un perro es cuatro veces más sensible que el humano, de modo que algunos ruidos a los que estamos acostumbrados, como el del camión de la basura, les asustan enormemente, y un perro asustado ladra.
Los perros pequeños, como los pomeranias y los terriers yorkshire tienen reputación de ser muy ladradores. En opinión de los expertos, una de las razones de ello es que son conscientes de que su reducido tamaño les hace difíciles de ver. Los ladridos son una manera de decir “estoy aquí abajo; cuidado con lo que haces”. Además, los perros criados para vigilar, como los bearded collies (izquierda) y los cocker spaniels, también son muy escandalosos.
Ansiedad por separación. Los perros muy miedosos o inseguros pueden sufrir mucho cuando sus dueños se van de casa. Un modo de aguantar la situación (además de destrozar los muebles o escaparse por la ventana) es ladrar, a veces durante media hora o más. Si un perro pasa mucho tiempo solo de pequeño, es posible que de mayor proteste cuando le dejen solo.
Algunas soluciones y consejos
Dele permiso para ladrar. Aunque resulte paradójico, un perro que ladra mucho suele dejar de hacerlo cuando su dueño le enseña a ladrar (y, después, a estar callado) siguiendo sus órdenes.
La primera parte resulta sencilla. Haga algo para que su perro ladre. Salte arriba y abajo. Actúe nervioso. Quítele su juguete favorito. Abra el armario de la comida.
Cuando empiece a ladrar felicítele y dígale “¡ladra!”.
Si practica este ejercicio durante cinco minutos varios días, la mayoría de los perros aprenderá a ladrar cuando se lo diga.
Una vez que el perro sabe ladrar con una orden, puede aprender a dejar de ladrar. Empiece utilizando la orden de ladrar y, durante una pausa entre ladridos, dele una golosina y dígale “¡basta!”. Practique hasta que su perro siempre deje de ladrar cuando usted diga “basta”.
Al enseñar estas órdenes a su perro le deja hacer lo que le gusta por naturaleza al tiempo que se asegura un poco de paz de vez en cuando.
Respóndales. A los perros no les gustan los ruidos fuertes y por ello muchos entrenadores recomiendan tocar una bocina o chocar las tapas de dos cazuelas siempre que empiecen a ladrar. En cuanto el perro se dé cuenta de que los ladridos siempre están seguidos por un sonido horrible, sabrá permanecer callado.
Haga el ruido detrás de su perro para que no le vea. Así, el perro aprenderá a estar en silencio y no le asociará a usted con las cosas que no le gustan.
Póngale un collar de toronjil. Los perros que ladran mucho suelen dejar de hacerlo cuando se les pone un collar de toronjil. Son collares especiales que desprenden un olor a toronjil (extracto vegetal que desagrada a los perros) cuando ladran. Los collares de toronjil son efectivos en el 70% de los casos.
Manténgalo ocupado. Los perros que juegan, comen y se divierten suelen ladrar menos que los que están aburridos y frustrados.
El problema es que los interminables ladridos suelen producirse cuando no están los dueños, de modo que no hay nadie para entretener al perro.
La solución, radica en enseñarle a entretenerse solo. Muchos entrenadores recomiendan darles juguetes huecos que pueden rellenarse con comida. Los perros pueden pasarse horas intentando sacarla, y un perro ocupado normalmente no ladra.
Si un perro hace mucho ejercicio, no tiene tanta necesidad de ladrar. Es muy recomendable sacarles a dar un paseo por la mañana antes de salir de casa. Así se cansarán un poco y podrán quemar parte de la energía que necesitan para ladrar.
Reduzca sus miedos
Al igual que las personas, los perros se asustan por cosas o situaciones diversas (y se asustan menos con aquello con lo que están más acostumbrados).
Los perros que ladran porque se asustan fácilmente se volverán más seguros y tranquilos si sus dueños les exponen poco a poco a aquello que les desagrada.
Por ejemplo, un perro que ladra porque no está acostumbrado a los niños, puede tranquilizarse si le lleva a pasear cerca de colegios o por parques, lugares en los que encontrará niños y verá que no suponen ninguna amenaza.
Cuando su perro esté tranquilo (entre niños, junto al aspirador o con cualquier objeto o situación que le asuste) felicítele por portarse bien.
Cuando ladre, no le haga caso o apártele de esa situación; La combinación de familiaridad y recompensa resulta muy efectiva para que el perro tenga más confianza y esté callado.
Este tipo de entrenamiento, denominado de sensibilización, es más eficaz si se lleva a cabo despacio, durante un período de varias semanas o incluso meses. No es un proceso que pueda hacerse a toda prisa ya que ello pondría todavía más nervioso al perro.
También puede utilizar esta técnica para ayudar a los perros que sufren ansiedad por separación. Para ello, debe hacer como si fuera a salir. Un día que vaya a quedarse en casa actúe como si se preparara para salir (pero no lo haga). Coja las llaves, haga ruido, déjelas y siéntese.
Vuelva a hacer ruido o abra la puerta y ciérrela. Si repite los rituales que preceden a la salida (pero sin salir de verdad), su perro cada vez les dará menos importancia.
Cuando su perro se haya acostumbrado a los rituales previos a la salida, salga de casa. Cruce la puerta, ciérrela y entre de nuevo antes de que su perro pueda reaccionar. Si está tranquilo, dele una golosina y hágale unas caricias.
Vuelva a salir y a entrar otra vez, dele otra golosina, y siga haciéndolo hasta que cada vez se quede más tranquilo. Entonces salga durante más tiempo (al principio bastará con unos segundos).
Si su perro está tranquilo al entrar, dele otra golosina y hágale caricias.
La mayoría de los perros cada vez se pondrá menos nerviosa con el proceso completo. Conforme disminuya su ansiedad, desaparecerán sus ladridos.
Préstele más atención de la que le pide. Los perros que ladran para llamar la atención a veces dejan de hacerlo si se dan cuenta de que eso acaba generando un trabajo. Dígale que se siente o que se tumbe. Es posible que así deje de ladrar.
Premie el silencio, no el ruido. Muchos perros ladran porque han aprendido que funciona: consiguen salir a pasear, una golosina o llamar la atención. Básicamente, se les premia por hacer ruido. Para detener los ladridos, espere a que deje de hacer ruido y sólo entonces dele a su perro lo que quiere.
Hay que premiarle cuando está callado, no cuando hace ruido.