Dogo Alemán

El más grande de los perros de todo el mundo es tan majestuoso que merece sobradamente la corona de rey de la especie canina. Los aficionados a esta raza no reivindican más que el título de Apolo de los perros.

Su gran talla y su belleza no son sus únicas cualidades: consigue hacer que nos olvidemos de su estatura gigantesca gracias a su gran gentileza, y de su estética escultural gracias al equilibrio perfecto de su carácter.

El más grande, el más bueno, el más gentil… ¿Qué más queremos?

La Federación Cinófila Internacional, atrapada por sus principios, multiplicó el reconocimiento de “nuevas” razas. Desde el Terrier Brasileño hasta el perro de Korea jondo, pasando por el Thaï Ridgeback, nos aproximamos a las 400 razas y variedades distintas.

Los aficionados a los perros no pueden más que asombrarse ante tanta diversidad. Esto no impide que numerosas razas clásicas sigan siendo igual de apreciadas hoy como ayer.

El Dogo Alemán es uno de ellos. Es cierto que su estatura, más alta que lo normal, le impide hacerse olvidar. Antes de ser Dogo Alemán se le conocía como Gran Danés. Aunque no es fácil relacionar exactamente su historia de Dogo Alemán y de Gran Danés.

Esta denominación nórdica le fue atribuida por Georges Louis Leclerc, conocido también como Buffon.

El célebre naturalista del Siglo de las Luces puso a punto, en 1770, sus normas del Orden de los Perros, el primer ensayo de clasificación científica de las variedades caninas.

Otras normas habían sido establecidas dos siglos antes por el Dr. Keys, pero estas se basaban en la utilización de los perros, mientras que la Orden de los Perros de Buffon se basa en una clasificación genealógica.

El Gran Danés figura en una buena posición, pero no forzosamente donde le corresponde hoy. Buffon le hizo curiosamente descender, no al dogo, pero sí al mastín (estableció tres ancestros para las razas de perros, el dogo, el perro de pastor y el mastín).

Dijo esplícitamente que: el mastín fue llevado al norte y se convirtió en el Gran Danés”. Es decir, que bajo la influencia del clima nórdico, el tipo galgo se transformó en danés.

Siempre según este ilustre naturalista, el pequeño danés (que no es otro sin duda que el dálmata) nació del dogo y el dogo de raza grande descendió del dogo y del mastín.

Todo esto parece un poco complicado, pero indica claramente que el Gran Danés, después de Buffon, no tiene nada que ver con el Alemán, ni con los dogos. En efecto, puede ser que se trate de un perro sin parecido con el de una raza moderna.

La talla no lo es todo. El Dogo Alemán es grande y aún lo parece más por sus proporciones.

La mayor parte de los molosos (incluso la mayor parte de los grandes perros) poseen un cuerpo rectangular, pero el Dogo Alemán es prácticamente el único que posee unas proporciones bien cuadradas.

Su cuello largo y bien perfilado acentúa aún más su grandeza. La cabeza es inmensa y larga. Debe remarcarse de forma especial que su cráneo es estrecho, seco, aunque el hocico es largo, pero muy alto y ancho. El Dogo Alemán evidencia una gran originalidad.

Ninguna otra raza posee una silueta comparable. Esta mezcla de fuerza y elegancia, de orgullo y de nobleza ha llevado a decir que posee el poder del dogo y la estética del galgo. Es cierto que en los antiguos “vautraits”, los galgos grandes estaban cercanos a los grandes dogos.

Los cruces entre estos dos tipos , con gran rapidez y corage, fueron muy comunes hasta finales de la Edad Media, hasta que la montería, con la disminución de la caza, seleccionó de forma particular el olfato.

El Dogo Alemán es, en efecto, el único descendiente de este antiguo tipo de mastín extremadamente espectacular. La raza actual es testimonio de su antigua diversidad. Concretamente porque existen tres variedades distintas.

Se trata de variedades de color. Los jaspeados y dorados poseen una reputación de más elegantes, los arlequín y los negros son más comunes.

En las exposiciones, leonados y jaspeados se clasifican juntos. El leonado puede ir del amarillo claro al dorado, preferentemente con una máscara negra.

Es estrictamente unicolor, es decir, que pequeñas marcas blancas en el pecho y los pies son indeseables.

Se buscan las mismas características en el jaspeado con unas cuantas rayas bien definidas, no cercanas al punto de disimular el fondo.

Por otro lado, están los negros y los arlequín. El pelaje negro comporta normalmente marcas blancas, no obstante discretas, lo que da una impresión de pelaje unicolor. Otros especímenes tienen más blanco. El negro se reduce a un manto que cubre únicamente el tronco: el perro es entones nétamente pío. Este pelaje es admitido en el estándar.

El Dogo Alemán es más conocido por su pelaje arlequín. Se trata de manchas negras con el contorno recortado, dispuestas sobre un fondo blanco, nada que ver con las manchas redondas del dálmata.

Es el pelaje más difícil de conseguir: no son manchas sobre el blanco, las manchas negras deben estar repartidas lo más regularmente posible sobre el cuerpo y no deben presentar un halo gris o pardusco.

Aunque esto no es siempre muy estético, los ojos claros o de colores diferentes son admisibles, al igual que una trufa rosa (en parte o totalmente).

La tercera variedad, el azul, es de un color gris acero, unicolor o con manchas blancas, sin desbordar el pecho y los dedos. Al igual que todos los perros de pelaje azul, los ojos son de color pardusco.

Los cruces entre estas tres categorías son normalmente desaconsejables, porque pueden desembocar en colores intermedios, fuera de la norma.

La descripción de la oreja indica actualmente que está “pegada alta y caída con naturalidad, de una medida mediana, el borde anterior de la oreja va pegado a la mejilla”.

Con la reglamentación nacional y europea que prohibe la otectomía, la cría alemana abandonó a partir del 14 de septiembre de 1994 la oreja derecha, cortada en punta, que otorga a la raza un aumento de nobleza.

Por naturaleza ladra muy poco, siempre se muestra tranquilo y razonable, dulce y afectuoso con los más próximos, instintivamente atraído por los niños. A la vista de desconocidos se muestra desconfiado y reservado, pero no agresivo.

Es un perro fácil de educar.

El dogo joven se muestra sensible, por lo tanto es preferible tratarlo con más dulzura que severidad. Se recomienda un mínimo de firmeza, de forma que lo podamos controlar perfectamente cuando haya alcanzado su edad adulta.

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