En la vida de un perro, el lenguaje corporal será su forma más importante de comunicarse con otros perros.
Utilizará los ojos, la cola, las orejas y posturas generales para informarle de lo que piensa.
Cuando dos perros se encuentran
Lo primero que hacen es establecer su rango. Para decir “no tengo miedo, ¿qué me dices a eso?”, el perro alza la cabeza, cola y orejas, eriza los pelos del cuello y sostiene la mirada.
Si otro perro de rango inferior quiere contestarle “nada jefe, tú mandas”, bajará la cola y las orejas y, posiblemente, se agachará o se relamerá los labios.
Cuando un perro quiere invitar a otro a jugar, no hay posibilidad de error; “Está contento, jadea y menea la cola con tanta fuerza que mueve toda la parte trasera”, y se agacha, invitándole a jugar, luego se pone de pie y simula correr, hace lo que sea para engatusar a su amigo a que juegue al pillapilla o a armar jaleo.
Pero si tras jugar un rato, uno de ellos decide que ya basta, no hará más caso a su compañero y, si no funciona, fruncirá el gesto, gruñirá e incluso le morderá para que le deje en paz.
Los enfados entre perros duran poco
Uno de ellos siempre dará el paso para reparar la amistad, utilizando gestos que usaba cuando era cachorro para pedir cariño o atención; Le lamerá el hocico, se revolcará en el suelo y enseñará la barriga.
O empleará otras tácticas conciliadoras, como dejar caer las orejas, bajar el cuerpo y entrecerrar los ojos.
Es su manera de decir: “trátame bien, por favor”.
Peleas juguetonas
Además de divertirse, cuando juegan a pelearse, los perros aclaran su jerarquía. Estos juegos permiten a los perros de rango inferior desafiar, aunque sea por poco tiempo, a otros perros que nunca han contemplado la posibilidad de que les arrebataran su posición.
Los perros suelen simular luchas, con gruñidos y zarpazos, pero sin sangre.
Uno de ellos colocará la cabeza sobre la nuca del otro en señal de dominación. Al final, el perro de rango inferior se echará sobre su espalda, que es su modo de decir “me rindo”
Tumbarse boca arriba es un signo de sumisión que el perro aprendió durante la infancia, cuando descubrió que no corría peligro si se revolcaba y dejaba ganar al otro cachorro.
Un perro nunca herirá a otro que se haya rendido.
Estas peleas juguetonas suelen ser una muestra de dominio. Algunas razas se las toman más en serio que otras.
A los labradores les encanta jugar a pelearse, pero si se enfrentan a un perro pastor o nórdico como un malamute o huskie, el juego puede desembocar en una pelea de verdad.